Evangelio para el sábado 13 de febrero de 2016
Sábado 13 de febrero de 2016
Evangelio según San Lucas 5,27-32.
Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme".
El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos.
Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?".
Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".
Reflexión:
Evangelio según San Lucas 5,27-32.
Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme".
El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos.
Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?".
Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".
Reflexión:
«Dejándolo todo, se levantó y le siguió»: la cuaresma conduce al bautismo
Sois ya discípulos de la nueva Alianza y partícipes de los misterios de Cristo, ahora por vocación, pero dentro de poco también como un don: haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo (Ez 18,31) para que se alegren los moradores del cielo. Pues si, como dice el evangelio, «habrá alegría por un solo pecador que se convierte»( Lc 15,7), ¿cuánto más no moverá a la alegría a los habitantes del cielo la salvación de tantas almas?
Habiendo entrado por un camino ancho y hermoso, recorred cautelosamente la senda de la piedad. Pues el unigénito Hijo de Dios está plenamente dispuesto para vuestra redención y señala: «Venid todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré»( Mt 11,28). Los que lleváis el pernicioso vestido de vuestras ofensas y estáis oprimidos por las cadenas de vuestros pecados, escuchad la voz del profeta que dice: «Lavaos, purificaos, quitad de delante de mis ojos las maldades de vuestra alma»( Is 1,16), de modo que os aclame el coro de los ángeles: «Dichoso el que es perdonado de su culpa, y le queda cubierto su pecado»( Sal. 31,1). Los que habéis encendido hace poco por primera vez las lámparas de la fe, sostenedlas en las manos sin que se apaguen, para que aquel que en otro tiempo abrió por la fe el paraíso al ladrón en este santísimo monte del Gólgota (Lc 23,43) os conceda también a vosotros cantar el cántico nupcial.
Si alguno es ahora esclavo del pecado, prepárese mediante la fe para la regeneración liberadora de la adopción filial. Y abandonada la funesta servidumbre de los pecados, una vez dedicado al dulce servicio del Señor, será juzgado digno de disfrutar la herencia del reino celestial. Desvestíos por medio de la confesión del hombre viejo, que se corrompe por las concupiscencias del error, para revestiros del hombre nuevo, que se renueva por el conocimiento de aquel que le creó. Recibid por la fe las arras del Espíritu (2Co 5,5) para que podáis ser recibidos en las moradas eternas. Acercaos (a recibir) el sello espiritual para que podáis ser reconocidos favorablemente por vuestro dueño.
Habiendo entrado por un camino ancho y hermoso, recorred cautelosamente la senda de la piedad. Pues el unigénito Hijo de Dios está plenamente dispuesto para vuestra redención y señala: «Venid todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré»( Mt 11,28). Los que lleváis el pernicioso vestido de vuestras ofensas y estáis oprimidos por las cadenas de vuestros pecados, escuchad la voz del profeta que dice: «Lavaos, purificaos, quitad de delante de mis ojos las maldades de vuestra alma»( Is 1,16), de modo que os aclame el coro de los ángeles: «Dichoso el que es perdonado de su culpa, y le queda cubierto su pecado»( Sal. 31,1). Los que habéis encendido hace poco por primera vez las lámparas de la fe, sostenedlas en las manos sin que se apaguen, para que aquel que en otro tiempo abrió por la fe el paraíso al ladrón en este santísimo monte del Gólgota (Lc 23,43) os conceda también a vosotros cantar el cántico nupcial.
Si alguno es ahora esclavo del pecado, prepárese mediante la fe para la regeneración liberadora de la adopción filial. Y abandonada la funesta servidumbre de los pecados, una vez dedicado al dulce servicio del Señor, será juzgado digno de disfrutar la herencia del reino celestial. Desvestíos por medio de la confesión del hombre viejo, que se corrompe por las concupiscencias del error, para revestiros del hombre nuevo, que se renueva por el conocimiento de aquel que le creó. Recibid por la fe las arras del Espíritu (2Co 5,5) para que podáis ser recibidos en las moradas eternas. Acercaos (a recibir) el sello espiritual para que podáis ser reconocidos favorablemente por vuestro dueño.
San Cirilo de Jerusalén (313-350), obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia
Catequesis bautismales, n° 1
Catequesis bautismales, n° 1
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