Evangelio para el día 15 de diciembre de 2016

Jueves de la tercera semana de Adviento

Evangelio según San Lucas 7,24-30. 
Cuando los enviados de Juan partieron, Jesús comenzó a hablar de él a la multitud, diciendo: "¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? 
¿Qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que llevan suntuosas vestiduras y viven en la opulencia, están en los palacios de los reyes. 
¿Qué salieron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. 
El es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. 
Les aseguro que no hay ningún hombre más grande que Juan, y sin embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es más grande que él. 
Todo el pueblo que lo escuchaba, incluso los publicanos, reconocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan. 
Pero los fariseos y los doctores de la Ley, al no hacerse bautizar por él, frustraron el designio de Dios para con ellos. 




Reflexión:

“¿Qué habéis ido a ver al desierto?”
      “Voz del que clama en el desierto: Preparad una ruta al Señor, allanad los caminos de nuestro Dios” (Is 40,3). Esta palabra muestra claramente que los acontecimientos profetizados no se cumplieron en Jerusalén sino en el desierto. La gloria del Señor aparecerá en el desierto. Allí todo el mundo conocerá la salvación de Dios (cf Is 40,5). Esto es lo que aconteció realmente, literalmente cuando Juan Bautista proclamó en el desierto del Jordán que la salvación de Dios se iba a manifestar. Ahí apareció la salvación de Dios. En efecto, Cristo en su gloria se dio a conocer a todos cuando fue bautizado en el Jordán...

      El profeta hablaba de esta manera porque Dios tenía que residir en el desierto, este desierto que es inaccesible al mundo. Todas las naciones paganas eran desiertos del conocimiento de Dios, inaccesibles a los justos y a los profetas de Dios. Por esto, la voz clama para preparar el camino a la Palabra de Dios, de allanar la ruta inaccesible y pedregosa para que nuestro Dios que viene a habitar entre nosotros pueda avanzar por ella...

      “Súbete a un monte elevado, mensajero de Sión; alza tu voz con brío, mensajero de Jerusalén...” (Is 40,9) ¿Quién es esta Sión,...la que los antiguos llamaron Jerusalén?... ¿No es, más bien, una manera de designar al grupo de los apóstoles, escogidos de entre el pueblo?  No es la que le tocó en herencia la salvación de Dios,...ella misma, situada en lo alto de la montaña, es decir, fundada sobre el Verbo único de Dios?  A ella encomienda...anunciar a todos los hombres la Buena Noticia de la salvación.

Eusebio de Cesárea (c. 265-340), obispo, teólogo e historiador 
Comentario sobre Isaías 40; PG 24, 365-368

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