Evangelio de hoy: Evangelio según San Lucas 21,5-11

Martes de la trigésima cuarta semana del tiempo ordinario

Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: 
"De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido". 
Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?". 
Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan. 
Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin". 
Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. 
Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo." 




Reflexión:

«Se levantará pueblo contra pueblo»
    Vistos los múltiples peligros y amenazas contra la existencia humana, los cristianos luchan con todas las fuerzas que les da su esperanza  y unidos con todos los hombres de buena voluntad por un futuro más seguro, digno de ser vivido. Además, lo que nos anima no es tan sólo una esperanza puramente terrestre, sino también, y sobre todo, esta esperanza que  proviene de la fe, de la cual el fundamento y finalidad es, en definitiva, el mismo Dios que, en Cristo Jesús, ha dicho su sí definitivo al hombre. Cristo, con su cruz y resurrección, ha vencido todo sufrimiento y toda la calamidad del mundo, convirtiéndose así, para nosotros, en signo de esperanza.

    La esperanza es una virtud divina; en el sentido más profundo es un don que obtendréis ya... orando mucho a Dios con los otros y por los otros... Nosotros, los cristianos, tenemos igualmente el deber de manifestar públicamente nuestra esperanza y de compartirla con otros. A través de nuestras palabras, ricas en esperanza, podremos ayudar a los demás a vencer el miedo a vivir, la resignación y la indiferencia, y tener confianza en Dios y en los hombres. Como discípulos de Cristo..., podréis ofrecer al hombre de hoy, envuelto en mil amenazas y lleno de confusión, la palabra de esperanza que nos hace libres.

San Juan Pablo II (1920-2005), papa 
Mensaje a los católicos de Austria, junio 1982

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