Evangelio de hoy: Evangelio según San Lucas 21,12-19

Miércoles de la trigésima cuarta semana del tiempo ordinario

Evangelio según San Lucas 21,12-19. 
Jesús dijo a sus discípulos: 
«Los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, 
y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. 
Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, 
porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. 
Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. 
Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. 
Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. 
Gracias a la constancia salvarán sus vidas.»




Reflexión:

«No caerá ni uno sólo de vuestros cabellos. Con vuestra perseverancia obtendréis la vida»
    «Se levantan contra mí testigos falsos que respiran violencia» (Sl 26,12)... El salmista lucha contra los que le persiguen y atormentan; pierde el aliento, sufre, pero se mantiene firme; está seguro porque Dios le sostiene, Dios le ayuda, Dios le conduce, Dios le guía. A la vez que transportado de gozo por lo que ha podido admirar y cantar, y agotado por los gemidos a causa de lo que ha tenido que sufrir, al fin respira y grita: «Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida» (v.13). ¡Oh cuan dulce es la bondad del Señor, inmortal, incomparable, eterna, inmutable! Y ¿cuándo te veré, oh bondad del Señor? «Lo creo, te veré» pero no en la tierra de los mortales, sino «en el país de la vida». El Señor me hará salir de la tierra de los mortales, él, que por mi se ha dignado aceptar esta tierra de los mortales y morir entre las manos de mortales...

    Escuchemos también nosotros, la voz del Señor que desde lo alto nos exhorta, nos consuela; escuchemos la voz de aquel que tenemos por padre y por madre (cf v.10). Porque él ha oído nuestros gemidos, ha visto nuestros suspiros, ha sondeado los deseos de nuestro corazón, «la sola cosa que pedimos» (v.4). Gracias a la intercesión de Cristo, acoge favorablemente nuestra única oración, nuestra única petición. Y mientras acabamos nuestro peregrinaje en este mundo, aunque la ruta sea larga, no dejará de darnos lo que nos ha prometido. Nos dice: «Espera en el Señor». El que nos lo ha prometido es todopoderoso, es verídico, es fiel. «Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor» (v.14). No te dejes, pues, turbar.

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
2º sermón sobre el salmo 26

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